Loan no es solo un niño desaparecido, no es solo un rostro que circula en las redes sociales o un nombre que resuena en los discursos políticos. Loan es un símbolo doloroso de todo lo que nuestra sociedad y nuestras instituciones están haciendo mal. Su desaparición no solo representa el drama íntimo y desgarrador de una familia que vive en la incertidumbre más cruel, sino también el reflejo de un sistema que no funciona, que no protege a los más vulnerables y que, en lugar de buscar soluciones, prefiere el espectáculo y el oportunismo político.
Desde el momento en que su desaparición se hizo pública, Loan se convirtió en una especie de bandera, un caso emblemático que reúne todas las frustraciones de una sociedad agotada por la inacción y la desidia. Pero lo que debería ser un llamado a la acción se ha transformado, tristemente, en una herramienta de manipulación. Diputados, senadores, intendentes, y figuras públicas de todo tipo han utilizado su nombre y su foto para mostrarse «comprometidos» con el caso. Sin embargo, detrás de las publicaciones y declaraciones emotivas, no hay acciones concretas que conduzcan a su localización ni que busquen evitar que más niños desaparezcan.
La herida abierta de la familia y el impacto del recordatorio constante.
Es difícil imaginar el dolor de la familia de Loan. Cada día que pasa sin respuestas es una nueva herida, una nueva forma de revivir el trauma de no saber dónde está su hijo, de no tener noticias, de no poder siquiera imaginar un futuro con claridad. Y a este dolor se suma la exposición pública constante. Las redes sociales, los noticieros y los discursos políticos se llenan de imágenes y frases como «Un día sin Loan», pero nadie parece pensar en el impacto emocional que esto tiene en su familia.
¿Es necesario recordarles constantemente que su hijo no está? ¿Es justo que cada declaración pública les devuelva al mismo punto de partida, sin avances ni soluciones? Visibilizar un caso no debería ser sinónimo de revictimización, pero eso es exactamente lo que está sucediendo. La familia no solo enfrenta la pérdida y la incertidumbre, sino también el peso de ver cómo su tragedia se utiliza para fines ajenos a su búsqueda de justicia.
El oportunismo político: cuando la tragedia se convierte en campaña.
Lo que más indigna de este caso es la evidente politización de la desaparición de Loan. Los funcionarios públicos que deberían estar trabajando activamente para resolver su caso parecen más interesados en usar su nombre como herramienta propagandística. ¿Cuántas veces hemos visto publicaciones en redes sociales de diputados, senadores o intendentes compartiendo su foto? ¿Cuántas veces hemos escuchado discursos emocionantes llenos de promesas y declaraciones de apoyo? Y lo más importante: ¿cuántas veces esas palabras se han traducido en acciones reales?
Es evidente que para muchos actores políticos, el caso de Loan es una oportunidad. Una oportunidad para mostrarse sensibles, para captar la atención de la opinión pública, para ganar puntos en sus campañas. Pero esto no es una campaña política. Esto es la vida de un niño. Es el sufrimiento de una familia. Es el reflejo de un sistema roto que necesita ser reparado con urgencia.
Un sistema que sigue fallando.
La desaparición de Loan no es un caso aislado. Cada día, niños y niñas desaparecen en nuestro país. Muchos de ellos no reciben la misma atención que Loan. Sus nombres no se mencionan en los medios, sus fotos no se comparten en las redes, sus historias no se convierten en titulares. ¿Por qué? ¿Por qué Loan ha recibido tanta atención mientras otros casos pasan desapercibidos?
La respuesta, aunque incómoda, es clara: el caso de Loan se ha convertido en una herramienta útil para desviar la atención de las fallas sistémicas que afectan a miles de niños y niñas. Al concentrar todos los esfuerzos mediáticos y políticos en un solo caso, se crea la ilusión de que se está haciendo algo, cuando en realidad se está ignorando la magnitud del problema.
Nuestro sistema judicial y nuestras instituciones de protección infantil no están funcionando. Los protocolos de búsqueda son lentos e ineficaces. La coordinación entre las diferentes entidades es deficiente. Y lo más preocupante es que no parece haber un interés real en cambiar esta realidad. Porque cambiarla requeriría un compromiso genuino, un esfuerzo sostenido y, sobre todo, la disposición de asumir responsabilidades.
La sociedad frente a la desaparición de Loan.
Como sociedad, también tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Nos hemos acostumbrado a consumir estas tragedias como si fueran historias que pasan en una pantalla. Compartimos fotos, publicamos hashtags, expresamos nuestra indignación en redes sociales, pero rara vez vamos más allá de eso. Nos hemos vuelto espectadores pasivos de un sistema que no funciona, y esa pasividad es, en parte, lo que permite que estas tragedias sigan ocurriendo.
Es hora de despertar. Es hora de exigir más. No solo de nuestros funcionarios y nuestras instituciones, sino también de nosotros mismos. No podemos seguir permitiendo que las desapariciones de niños como Loan se conviertan en parte de la rutina. No podemos aceptar que su búsqueda se limite a publicaciones en redes sociales y discursos vacíos.
Loan como símbolo de un cambio necesario:
Loan no es solo un niño desaparecido. Loan es un símbolo de todo lo que está mal en nuestro sistema y en nuestra forma de abordar las tragedias. Su caso debería ser un punto de inflexión, un llamado urgente a la acción. No podemos seguir permitiendo que los funcionarios utilicen su nombre para fines políticos. No podemos seguir tolerando un sistema que falla en proteger a los más vulnerables.
Loan merece ser encontrado. Su familia merece respuestas. Y como sociedad, merecemos un sistema que funcione, que priorice la acción sobre las palabras, que no permita que estas tragedias se repitan. Pero esto no sucederá si seguimos permitiendo que la tragedia de un niño se convierta en un espectáculo.
Es momento de exigir responsabilidad, justicia y humanidad. Loan no es una campaña, no es un discurso, no es un símbolo vacío. Loan es un niño que merece volver a casa. Y hasta que eso no suceda, no podemos, ni debemos, descansar. Porque si fallamos con Loan, estaremos fallando con todos los niños que confían en nosotros para protegerlos. Y esa es una responsabilidad que no podemos ignorar.
Editorial: Aguirre Agustín.
compartir